A este tipo de lámparas de sal se les llama “vitaminas del aire” ya que tiene la propiedad de ionizar el aire, proporcionando por tanto muchos beneficios para la salud, como por ejemplo mejorando la inmunidad, el descanso y el sueño, reduciendo la alergia y los síntomas del asma, aliviando los dolores de cabeza…
La sal está compuesta principalmente por sodio y cloro (NaCl). El sodio tiene carga positiva y el cloro carga negativa. La lámpara de sal al calentarse atrae moléculas de agua desde el aire y se forma por tanto una solución de nacl y h2O. Igualmente el agua (H2O) tiene dos moléculas de hidrógeno, que es positivo, y una de oxigeno que es negativo.
Al final de la reacción, los positivos neutralizan a los negativos, pero siempre queda un negativo suelto que intentará neutralizarse buscando un ion positivo en el polvo, las bacterias, radiación o partículas que corren por el aire de la habitación.
De ésta manera es como las lámparas de sal ionizan el ambiente y reducen la exposición a los iones positivos. Estos iones negativos también los podemos encontrar en la naturaleza en lugares como cascadas o lugares donde exista aire puro, y también en atmósferas anteriores a una tormenta eléctrica.
Propiedades de las lámparas de sal
Hoy en día es inevitable tener un televisor, microondas, nevera, aspiradora, horno, cocina eléctrica…. Y un sinfín de electrodomésticos que nos hacen la vida más fácil pero que nos deterioran la atmosfera de nuestra casa con iones positivos muy dañinos para nuestro descanso y para nuestro estado físico y emocional.
Se recomienda colocar una lámpara de sal en lugares como oficinas, cerca de los ordenadores y de los televisores, en habitaciones de fumadores, en el dormitorio de los niños, y en cualquier lugar en el que se quiera mejorar la calidad del ambiente a la vez que se disfruta de su alegre color y su iluminación relajante.
Los estudios científicos dicen demostrar que para que vivamos en un medio ambiente beneficioso, necesitamos una cantidad de iones que oscile entre los 1000 y 1500 por centímetro cubico. La realidad es bien distinta. En ambientes cerrados de oficinas o lugares de trabajo donde conviven personas con multitud de aparatos y ordenadores, se suelen encontrar concentraciones que apenas llegan a los 200 iones por centímetro cubico.
Como posibles soluciones se encuentran las de airear de vez en cuando la habitación, evitar fumar en su interior, instalar ionizadores de aire (son caros), y por supuesto, colocar varias lámparas de sal, cuyo efecto ionizador se ve aumentado si se calientan mediante una bombilla colocada en su interior.