Cuando llega la noche y el silencio de los soñadores inunda la ciudad, del taller de corazones surgen misteriosos sonidos, porque Matías tiene un secreto.
Taller de corazones recrea una artesanía maravillosa en la que no se arreglan zapatos, ni paraguas, ni se restauran muebles o se zurcen descosidos pantalones. Matías, el protagonista, repara con el mismo mimo y cuidado que pone todo artesano corazones dañados.
Su trabajo nada tiene que ver con el de un cardiólogo ni su taller con un quirófano. Con una estufa de leña calienta corazones helados; con agujas de plata cose corazones rotos; y con unas pinzas de olvido ajusta la hora de corazones que atrasan para que no se entristezcan con los recuerdos del pasado.
Para los males del corazón se recurre, convencionalmente, al efecto mitigador del paso del tiempo. Sin embargo, Arturo Abad nos hace soñar en su primer cuento editado con la posibilidad de que los daños emocionales puedan tener tan fácil remedio, como un dobladillo descosido o un tacón roto.